Debido a su alto porcentaje de agua, la sandía apenas contiene calorías, por lo que es uno de los alimentos fijos en cualquier dieta de adelgazamiento. Es un excelente diurético: estimula la actividad de los riñones y aumenta la producción de orina, lo que favorece la eliminación de toxinas. Contiene poca fibra y su contenido graso es ínfimo. Tampoco destaca especialmente por su aporte en nutrientes. Lo más reseñable desde el punto de vista nutricional es su contenido en carotenoides: luteína y, sobre todo, licopeno. El licopeno, responsable del color rojizo de la pulpa de algunas variedades, tiene propiedades antioxidantes que ayudan a reducir el riesgo de padecer diversos tipos de cáncer: páncreas, pulmón, colon y próstata. Al actuar contra los radicales libres –unas sustancias nocivas para el organismo–, el licopeno también ayuda a prevenir contra las enfermedades cardiovasculares.
La sandía resulta ideal para calmar la sed, y junto con el melón es la reina de las frutas del verano. Debido a su potente sabor refrescante, también se utiliza para preparar con ella deliciosos sorbetes, helados, sopas frías, granizados y zumos acompañados de jugo de naranja o leche. Existen variedades de sandías apropiadas para hacer mermeladas. Las semillas también son comestibles y en algunas regiones de Asia se preparan al horno, fritas e incluso molidas, como los cereales, para hacer pan.
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